domingo, 14 de abril de 2013

VIACRUCIS EN UN PIE

Apenas hace un año estuve de visita en la sala de urgencias del IMSS. Tal vez fue muy espectacular, pues la herida en la cabeza causó un verdadero baño de sangre. Mi crédito telefónico era bastante, pero como casi nunca utilizo el celular, contaba con seis cientos pesos de crédito… pero congelado. De tal manera que me fue imposible comunicarme con mi familia. Después del accidente pude haber manejado hacia mi casa, pero me quedaba casi a la misma distancia que la clínica de urgencias. Decidí no correr el riesgo y me fui manejando con una mano al volante , y la otra en la cabeza, tratando de disminuir la hemorragia. Luego de aplicarme ocho puntadas y colocarme un vendaje que me hacía parecer al personaje de la caricatura de Mojojo, el médico me regaló un tour viaje redondo en ambulancia hacia otra clínica para la toma de radiografías. Hoy, usando la desbrozadora, cortando la abundante mala hierba crecida en los límites del terreno, caí con mi pie izquierdo en un hoyo de treinta cm. de profundidad cubierto por la maleza, y el resto de mi humanidad cayó completo. A pesar del ruido de la desbrozadora, pude escuchar el tronido en el interior de mi pie. Como nadie ve vio (eso creo, pues la hierba me cubría) me levanté con un fuerte dolor y dejé mi labor. Guardé todos los instrumentos y fui a darme un baño. Al verme un tercer tobillo opté por acudir al IMSS. En esta ha sido todo diferente, posiblemente porque la recepcionista, la doctora, y el enfermero no eran exalumnos, aunque no por eso puedo decir que la atención fue mala. Después de revisar mi hinchado empeine del pie izquierdo, la enfermera me puso una inyección para el dolor, mientras la doctora me expedía una orden para las radiografías. Esto fue una verdadera ironía, ahora que se me dificultaba caminar, no hubo ambulancia. Me dirigí en mi vehículo rumbo a la clínica donde me aplicarían las radiografías. Creí que sólo cruzaría el bulevard, pues el estacionamiento está frente al nosocomio y aunque existe paso para el peatón, uno debe correr para evitar ser arrollado, ya que el semáforo está a media cuadra. ¡Oh! ¡Sorpresa!, el estacionamiento se encontraba cerrado y todo mundo buscaba estacionarse, era la hora de visita en el hospital. Encontré donde estacionarme a una cuadra. Con mi paso lento, cual pistón de motor desvielado, recorrí la cuadra. La inyección no había surgido efecto. Esperé hasta que no hubiera tanto tránsito en uno de los carriles hasta llegar al camellón, para esperar y cruzar el otro. Con todo mi esfuerzo subí la rampa para llegar a la clínica, cruzando el mar de gente que acudió a ver a sus enfermos. Llegué con la recepcionista para que me dijera hacia dónde podría dirigirme. Viéndome todo jodido, frescamente me dice: ¨baje la rampa, tendrá que rodear el edificio pues estamos en remodelación. Entre por el estacionamiento de las ambulancias y si encuentra a alguien pregunte dónde están los rayos X¨. Pregunté… ¿No hay otro acceso?, sencillamente dijo… No. De regreso, rampa abajo, casi llorando de dolor llegué a la puerta del estacionamiento de las ambulancias. El pinche guardia no me dejaba pasar. Encabronado me le puse bravo. Al utilizar mi lenguaje persuasivo, amablemente me dijo más o menos hacia dónde me dirigiera. Crucé el estacionamiento, se me aparecieron dos opciones obligatorias, bajar una escalera o utilizar otra pronunciada rampa. Opté por la rampa, en cada paso que daba, una voz dentro de mí me decía… ¡Vete a tu casa y manda a la fregada todo esto!. Al llegar abajo, en el patio, un hombre y una mujer, trabajadores de ahí, platicaban. Les interrumpí pidiendo orientación. Me faltaban aún cincuenta metros (que me parecieron quinientos, por la velocidad y el esfuerzo). Llegué por fin al interior del edificio, pero tenía que subir al segundo piso. No quise usar la escalera y caminé otro rato buscando el ascensor agudizando mi oído para encontrarlo, puesto que no había letreros y ni una ánima, ni viva, ni muerta para preguntarle. Llegué al segundo piso. Me sentí en el interminable laberinto de la película The Shining. Ya mis ojos querían soltar el llanto, ¡estaba perdido!, cansado y adolorido de tanto caminar. Por fin encontré el pasillo en el que al fondo se encuentra la sala de Rayos X. Hay tres puertas. Toqué en la primera. Como no salía nadie, después de un rato toqué la segunda, y nada. Toqué la tercera y nadie salió. Pensé ¨es domingo¨, tal vez no haya nadie y comencé mi retirada. Sosteniéndome de las paredes llegue al extremo del pasillo, tratando de encontrar el camino por donde entré, cuando escuché que se abrió la primera puerta que había tocado. Salió de ella una mujer y su celular (seguramente estaba en el Facebook) diciendo ¿qué se le ofrece? Dudé en rayarle la madre, pero pensé en todo mi viacrucis y recurrí de nuevo el largo pasillo. La mujer tomó las radiografías, me las entregó y me retiré por donde entré tratando de no perderme, dispuesto a enfrentar de nuevo las penurias vividas al principio, pero ahora era cuesta arriba. Por fin llegué a mi carro y regresé con la doctora para la evaluación de las placas. Me pusieron una férula y salí de la sala de urgencias abrazando mi zapato izquierdo y mis radiografías. Nunca pensé cuánto pesaría la férula, lo sentí cuando en un solo pie, brinquito, tras brinquito llegué hasta mi carro para ir a casa.

domingo, 19 de febrero de 2012

MILKA

Milka es mi perrita Pitbull, la conocí cuando tenia apenas dos meses de nacida. Cuando fui a adoptarla, la pobre padecía de diarrea, y a pesar de que había más cachorros simplemente la adopté.Me cautivó con su simpatía,un verdadero ángel. Un animal alegre, amoroso y agradecido. Sabe bien que soy suyo y es capaz de detectar perfectamente mis estados de ánimo. Siempre me acompaña. Recuerdo su fija mirada siempre que la llevaba a la clínica para su chequeo o sus vacunas, caminaba siempre a mi lado, volteaba constantemente como si leyera mis pensamientos. Ella a pesar de su poca experiencia sabía bien mi preocupación y mis sentimientos sobre todo en ese triste día en el que recibí la terrible noticia por parte de su médico… "Mi profe… su perrita tiene cáncer”. Yo no podía aceptar ese diagnóstico. ¿Cómo? ¡Si es una bebé”, sólo tenía cuatro meses de edad. Luchamos juntos con optimismo esa batalla, cada diez días visitábamos a su médico, quien como solución le había recetado quimioterapia, una inyección que se aplica durante diez minutos debido a la agresividad de las drogas que contiene. Con la primera quimio no hubo ningún avance. -¡Le pondremos la segunda! Dijo y con esa ya se aliviará. Fueron cuatro quimioterapias en total, hasta que me la dio de alta,!había ganado la batalla! Hoy, la tristeza me invade de nuevo, a sus nueve meses de vida, otro diagnóstico fatal… aparentemente peor que el pasado, ahora se trata de un diagnóstico de “distemper”, la enfermedad producida por un virus que destruye el sistema nervioso y es comúnmente conocida como “moquillo”, un padecimiento incurable que causa temor a cualquier persona que ama a su mascota. Me encuentro confundido, pues no sé si enfrentar esta lucha o seguir las instrucciones del médico veterinario. Las palabras del médico fueron hasta cierto punto duras y frías… “Piénsela mi profe… ¡vaya preparando el hoyo!...!hay que dormirla! Mi confusión es grande, pues ya son varios veterinarios que en diferentes ocasiones se han equivocado y me hacen dudar de los diagnósticos. Pero el moquillo es una enfermedad incurable aunque no necesariamente mortal, que de librarse de ella, podría tener secuelas muy serias que le causarán mucho sufrimiento pues deterioran el sistema nervioso. Hoy no sé qué hacer pero debo tomar la decisión, ya que no me gustaría dormirla pues no puedo predecir el futuro, pero tampoco puedo prolongar su agonía y verla sufrir.

lunes, 17 de octubre de 2011

CAMINATA POR LA PAZ




De visita en La Paz, BCS., dispuesto a acompañar a mi nieto Manuel en el día de su boda. Me levanté para desayunar y satisfacer a mis tripas, no sin antes recorrer el malecón y disfrutar de una caminata bajo el radiante sol del puerto.
Satisfice mi necesidad de alimento y fui de regreso al hotel, que según la agencia de viajes es de cuatro estrellas, pero a mi juicio, le faltaron dos, pues sus escaleras se mueven cual puentes colgantes o como barco en tormenta. Mi habitación me hace sentir como un halcón o como un águila, pues está próximo a la azotea.
Opté por no recluirme en mi habitación y seguí mi travesía pedestre. Pude percatarme de que La Paz es una ciudad de altos, no por la estatura de su gente, sino por que cada esquina cuenta con sus cuatro altos de disco. Pareciera que el objetivo es acabar con la gasolina y promover las empresas productoras de balatas, pues hay que frenar obligatoriamente cada cincuenta o cien metros.
Repentinamente me transporté al pasado al ver en una esquina a dos niños dando vuelo a su imaginación y a la creatividad, jugaban a los carritos como yo lo hacía, uno adentro de una caja de cartón y el otro lo empujaba imitando los ruidos de un carro.
Continué mi caminata hasta llegar a otra esquina que me arrastró de nuevo hacia el túnel del tiempo en un viaje instantáneo hacia el pasado. Me transporté cincuenta y un años atrás, pues me encontré un semáforo colgante, de los años sesentas en Mexicali, de esos desechados en Caléxico por ser antiguos y haber cumplido con su función, pero que aparentemente el gobierno municipal rescataba de los basureros gringos.
Volví a mis siete años de edad y casi repito la historia cuando hacía mis primeros mandados a las muchachas ricas de la colonia (las dueñas de La siempre viva).
Tengo muy presente mi primer servicio para ellas, tuve qué ir hasta el ¨pueblo¨ (así se le decía al centro de la ciudad de Mexicali) a comprarles un disco de Enrique Guzmán, y aunque me dieron mis sesenta centavos para el camión (viaje redondo), opté por irme a pie porque no sabía viajar en vehículos con ruedas.
Llegué hasta la civilización, sobre calles de ardiente pavimento y por lo tanto, al primer semáforo en Av. Zuazua y Morelos donde tenía que cruzar y enfrentar por vez primera a ese aparato que colgaba en el centro del crucero y que tenía qué obedecer siguiendo sus señales. Me quedé buen rato tratando de interpretar las series rojo, amarillo, verde repetidamente, esperando que apareciera algún transeúnte para seguirlo, pero nadie aparecía. Tal vez por el calorón veraniego que hacia. Carros había muy pocos.
No alcancé a digerir la lógica del aparato pendiente, pero sólo tenía dos opciones, arriesgarme a cruzar o regresar sin mi encomienda. Decidí por el color que más me gustó,“el rojo”. Iba a media calle, pero ahí coincidimos un carro y yo. Me paralicé al oír los chirridos de las llantas al frenar y el estrepitoso sonido del cláxon. Pude reaccionar cuando el automovilista gritó. .. ¡Quítate chamaco pendejo! ¡Casi te mato!
Con la boca seca y el corazón acelerado por el susto apresuradamente terminé de cruzar la calle.
De regreso ya había aprendido que para cruzar era el color verde. Traía en mis manos el encargo, aunque llegó un poco ondulado gracias al fuerte calor.
Hoy, al regresar de mi viaje por el tiempo, fascinado por esa pieza de museo (casi una máquina del tiempo) estuve a punto de repetir la historia, sin embargo, reaccioné y me ubiqué en el aquí y en el ahora soltando casi una carcajada y esperé a que el aparato me diera la instrucción correcta con su luz verde para poder pasar ese raro crucero de una de las tranquilas calles del puerto.

sábado, 23 de octubre de 2010

HOMENAJE A LA REVOLUCIÓN


OBRA DE TEATRO

Homenaje a la Revolución es mi debut como dramaturgo. Esta obra fue escrita especialmente para su presentación en la muestra interestatal de teatro del CBBC el viernes veintidós de octubre del 2010 en conmemoracion del centenario de la Revolución y bicentenario de nuestra independencia. Atendiendo a los requisitos y condiciones establecidos en la convocatoria (u oficio, cómo deseen llamarle, por aquello de la semántica y las disculpas) del Depto de Actividades Paraescolares. La muestra se desarrolló el el auditorio del Plantel Ensenada. Al final de cuentas, sólo pocos nos apegamos y respetamos esos requisitos o condiciones de participación.

Me congratulo por haber dirigido a estos actores y actrices, todos "debutantes", pues en esta puesta en escena demostraron su talento y capacidades histriónicas y pusieron no sólo la "MUESTRA", sino el ejemplo a todos los actores y actrices con "EXPERIENCIA" de todos los grupos participantes Sobre todo pusieron en alto el nombre del PLANTEL ENSENADA del CBBC a pesar del poco apoyo al no contar con un espacio idóneo para realizar los ensayos. En el escenario se plantaron como si verdaderamente tuvieran tablas, como todos unos actores y actrices profesionales.

PERSONAJES:

Madre: Torres Agüero Naara
Hijo: Carballo López Diego Rodolfo
Adelita: Solorza Rodríguez Laura Irasema
Sargento: Barajas Páez Ernesto
Valentina: Rodríguez López Zhujeyth
Juan: Córdova Espinoza Daniel Francisco
Joven Revolucionario: Cárdenas Beltrán Ricardo
Turba: (todos)Chávez Rivera Laura S. y López Zazueta Oralia

Dirección, Iluminación y Utilería: Cuauhtémoc Pérez Gerardo.



CUADRO 1: LA MADRE Y EL HIJO

(Al abrirse el telón, ante una tenue luz blanca, arrodillada en centro del escenario aparece una mujer de mediana edad, haciendo tortillas frente a un fogón o anafre y sobre él, un comal. La escena inicia con la canción Adiós a un Soldado como fondo. Al terminar ésta, sube la intensidad de la luz y entra el hijo nervioso y desesperado dirigiéndose a ella.)

El hijo: !!Mamá!! !! Mamá!!

Madre: ¿Qué te pasa m’hijo?

El hijo: Dicen que la leva ya viene pa’l pueblo, y la verdá yo no quiero irme con los federales. Dicen también que están reclutando a la fuerza a todo aquél que tenga edad suficiente para peliar contra nuestros hermanos. Yo, prefiero irme a la bola a luchar por los ideales del general Zapata… “Tierra y Libertad”.

Madre:(Angustiada por la noticia, llorando responde) Ándele m’hijo, cómase un taco y luego váyase a peliar por la causa, que su madre prefiere que se vaya con la bola y no con esos méndigos pelones del gobierno de ese desgraciado General Huerta. Agarre la carabina de su padre y déles batalla, pa’ que se acabe el hambre y la injusticia.

El hijo: ¡Sí má! Ya verá que a pesar de ese ejército de pelones tendremos una patria verdadera. Ahora sí seremos mexicanos de primera y lograremos acabar con esas tiendas de raya, con todas las injusticias y los abusos de los hacendados y de este gobierno que tanto daño nos han hecho.

Madre: Sí m’hijo, siga los ideales del General Zapata, recuerde que él prefiere morir de pie que vivir arrodillado. Que Dios me lo bendiga y me lo acompañe siempre y no se le haga raro que cualquier rato me le aparezca en la bola con mi treinta treinta.
(Se apaga la luz y ambos salen sigilosamente)

CUADRO 2: ADELITA Y SARGENTO

(Se colocan en el extremo derecho al frente del escenario Adelita y el sargento ante una luz verde).

Adelita: Mi sargento, estoy muy priocupada.

Sargento: A ver mi Adelita… ¿Dígame por qué?

Adelita: Pos es que pareciera que esta revuelta no terminará nunca.

Sargento: Mire Adelita… tenga paciencia. Todos estamos cansados de los malos tratos y abusos de este desalmado gobierno y créame que no importa cuanto nos desgastemos en esto, porque ya no tenemos nada que perder y mucho qué ganar.

Adelita: Tiene usté razón, hemos de seguir luchando hasta ver que Pancho Villa o el general Zapata estén en el poder.

Sargento: Claro que sí, ya verá que pronto triunfaremos y si usté acepta, nos casaremos, y tendremos hartos chilpayates cuando esas tierras regresen a nuestro poder.

(Al terminar la escena, Adelita y el sargento, salen del escenario, apagándose la luz verde.)



CUADRO 3: JUAN Y VALENTINA

(Aparecen en el otro extremo ante una luz roja Juan y Valentina)


Juan: ¿Qué tal mi chula, cómo está usté?

Valentina: Óigame mi Juan, creo que ya no debemos vernos.

Juan: Por qué me dice eso mi chata, ¿Qué no vé que’stoy reteenamorao? O qué, ¿Ya no me quere?

Valentina: No es eso mi Juan, es que dicen que lo van a matar mañana y lo van hacer a la mala nomás por ser revolucionario.

Juan: Mire nomás, pos lo revolucionario no se me ha de quitar, porque ser revolucionario es mi placer y por usté y mi México vale la pena el riesgo y si me han de matar mañana, pos que me maten de una vez.

Valentina: Por eso te quero… ¡por bragado! ¡Sigue luchando al lado del General Villa que ganaremos todas las batallas!



CUADRO 4: El CAMPAMENTO

(Al terminar la escena, se encienden las tres luces que relejan los colores de la bandera en el fondo del escenario. Por el lado izquierdo, un joven revolucionario representando a la clase media, con su rifle en alto, entra gritando consignas en contra del gobierno y vitoreando a Villa y Zapata, seguido de una turba armada gritando. Se integran a la turba los demás personajes.)



El joven: ¡Viva Villa!

Turba: ¡Viva!

El joven: ¡Viva zapata!

Turba: ¡Viva!

El joven: ¡Vivan los mexicanos y que muera el mal gobierno!

Turba: !Que muera el mal gobierno! ¡Que muera el mal gobierno! ¡Que muera el mal gobierno!

(Se apagan las luces y se colocan dispersos sentados en el suelo simulando un campamento, Comienzan a cantar fragmentos de la Adelita, la Valentina, la Rielera y la Cucaracha. Se hace el obscuro total y se cierra el telón.

FIN.

martes, 12 de octubre de 2010

LA RASURADORA RESENTIDA


Cada temporada de invierno, mi familia y yo aprovechamos para pasar las vacaciones viajando en automóvil hacia el centro del país. En uno de esos viajes, había sacado ya el permiso de internación temporal para mi carro y mi maleta la había hecho con una semana de anticipación. Tenía todo listo, ropa, cepillo de dientes, cepillo para el pelo, etcétera. Aún no decidía si llevar mi rastrillo o mi rasuradora de baterías. Se me pasó el tiempo sin advertirlo, opté por llevar mi rasuradora para no cargar con la crema de rasurar que ocuparía un espacio extra. Eran ya pasadas las ocho de la noche y saldríamos por la madrugada, pero había olvidado un pequeño detalle… no había comprado pilas. Raudo y presuroso, me dirigí a la tienda de sólo un precio para comprar unas pilas alcalinas. ¡Oh sorpresa! Había olvidado que faltaban unos días para la noche buena y las pilas se habían agotado. No encontré las pilas que buscaba, pero en la tienda hallé una caja llena de paquetes con pilas “normales” marca Rocket con veinticuatro piezas cada uno. No lo dudé y me llevé dos,luego me dirigí contento a casa por la gran oferta adquirida, hasta les ofrecí a mis hijos y a mi esposa por si llegaban a necesitar. Por la media noche tomamos la carretera e iniciamos el trayecto con destino a Guadalajara haciendo una escala en Culiacán. Al día siguiente manejé hasta llegar a Tepic cuando caía la tarde. A mi esposa se le ocurrió que tomara la vía hacia Puerto Vallarta y así fue. La carretera es muy sinuosa y la noche era obscura, me sentía cansado y todos estábamos hambrientos. Decidimos pasar la noche en Santiago Ixcuintla para descansar y alimentarnos. Nos hospedamos en un lujoso hotel. Nos instalamos, y antes de salir a buscar qué o dónde cenar, decidí darme un baño para descansar. Salí de la regadera y saqué mi rasuradora, pues con la desvelada y el cansancio mis tres pelos de barba y bigote habían crecido. Saqué dos pilas del paquete de veinticuatro, las coloqué en mi máquina y comencé a rasurarme, mientras la familia veía televisión. No pasaron cinco segundos cuando la máquina comenzó a perder fuerza, parecía que estaba resentida y se rebelaba por haberle puesto baterías sencillas y baratas. De pronto se detuvo, habían quedado los duros pelos de mi barba entre sus cuchillas, comencé a reír de nervios, pues no lograba despegarla de mi cara, mis hijos y mi esposa al percatarse del hecho, no pudieron ayudarme, pues al verme se les vino un ataque de risa que les impedía hacer algo por mí. Como pude, quité la tapa de la rasuradora y saqué las pilas. Coloqué otras dosde las veintidós que me quedaban, éstas no duraron ni cinco segundos y mi barba seguía atorada y la máquina continuaba colgando de ella. Pasó un buen rato. Cambiaba constantemente de pilas intentando terminar la rasurada o al menos esperaba que soltara mi barba. Veinticuatro pilas pasaron por la máquina y ninguna sirvió. Mi familia lloraba a causa de las carcajadas causadas por el espectáculo que sin querer les ofrecía, yo también lloraba de la risa, los nervios y dolor, nunca pensé que sufriría tanto. Al ver mi impotencia, mi mujer sacó las pilas de su discman y casi revolcándose de la risa me las entregó sin poder hacer o decir nada. Desesperado arranqué la máquina de mi barba, sentí un inmenso dolor pero un gran alivio. Puse las pilas y pude terminar mi trabajo. El otro paquete de las Roket terminó sin abrirse en la basura. Mi sentido común me había dicho “Llévate el rastrillo”, pero no le hice caso, sólo por confiar en la tecnología. Ahora, cada vez que salgo de vacaciones cargo conmigo una rasuradora eléctrica recargable, sustituta de la de pilas que conservo como un desagradable pero divertido recuerdo de esas magníficas vacaciones, hoy se encuentra descansando en su estuche porque después de ese suceso le perdí totalmente la confianza.

jueves, 16 de septiembre de 2010

MI DESPEDIDA




Sentí que la noche de ayer transcurrió muy lentamente, parecía que cada minuto había duplicado su tiempo de duración. Me fue imposible conciliar el sueño, si me permiten llamarle así, pues la superficie donde me encontraba, era muy angosta. Aunque eso no debió ser el verdadero motivo, pues toda mi vida dormí en superficies angostas; una cobija doblada sobre el suelo o un simple catre de lona, de esos que se usan para acampar. De hecho mis últimos años dormí dentro de una bolsa de dormir para no destaparme por las noches. Y si las camas fueron anchas, siempre dormí justo en la orilla por la misma razón.

Tal vez fue lo duro, lo plano o lo frío del acero inoxidable, ¿O será que dormí desvestido y cubierto sólo por una blanca sábana? ¿O será que la temperatura del cuartucho en el que pernocté estaba controlada para que este cuerpo no se descompusiera rápidamente?

El caso es que hoy me encuentro en este lugar oscuro y angosto para no perder la costumbre.

Mi cuerpo inerte se siente confortado, pues yace sobre una superficie acolchonada. En mi cuerpo ya no siento ni el frío ni el calor, aunque en la sala donde estoy la gente esta cubierta, entran y salen quejándose de la baja temperatura.

Mi mente no se ha desprendido de mi cuerpo y puedo ver que soy el personaje principal de esta obra, pues estoy en el centro del escenario. En la parte posterior se aprecia un paisaje que tiene cautivado al auditorio, al menos eso creo yo. Sí, es un bello paisaje... Ubicada en el centro del jardín exterior, la hermosa fuente rodeada de un suelo alfombrado de un natural y verde pasto. Alrededor, grandes árboles donde revolotean algunas palomas representando supongo a los espíritus que de aquí se separan.

La gente parece hipnotizada, todos tienen la mirada perdida pero fija. Algunos proyectan tristeza, otros, temor y algunos otros no disimulan su alegría por mi último acto.

En la sala, el techo, el piso y las paredes son blancas, en las paredes laterales cuelgan seis cuadros de pinturas abstractas muy coloridas. Al frente, sus dos entradas y bonitos vitrales que permiten entrar los vespertinos rayos solares. Puede respirarse tranquilidad y paz, aunque pienso que falta un poco de música para ambientar.

Me escogieron un ataúd color ataúd, pues en vida siempre pensé que el plateado es el color indicado para estos estuches. Sobre mí, al centro un precioso ramo de flores blancas y no podía faltar mi foto, no sé de dónde la sacaron, pues siempre fui alérgico a las cámaras o ellas a mí. A los lados, recargados en ambas paredes han colocado y continúan llegando varios arreglos florales, todos naturales y de vivos colores que no concuerdan con las falsas veladoras eléctricas empotradas en la pared, ni con los dos simulados cirios eléctricos, ubicados uno en mi cabeza y el otro en mis pies.
Como han cambiado las cosas, recuerdo que antes un muertito podía disfrutar de la luz de cuatro grandes cirios blancos de parafina natural y de velas que aunque humeantes, conducían a las almas hacia donde tenían qué llevarlas, supongo que hasta el cielo o con los parientes y amigos que se le adelantaron; pero lo que me tocó a mí, sólo iluminación sintética, ignoro a donde mi alma irá a parar. Bueno, creo basta de criticar y de inconformidades, pues a pesar de todo, al final del camino, esta gente siempre me quiso hasta el fin e hizo lo posible por darme una digna despedida.

sábado, 4 de septiembre de 2010

XEENA

Era imposible de creer. Al llegar a casa, sentí de pronto que mi respiración se agitaba y mi corazón bombeaba mi sangre de manera más apresurada de lo usual al ver que ella no estaba. No salió a recibirme como siempre lo hacía.
Desesperadamente tomé el llavero, la angustia me impedía localizar la llave de la cerradura de la puerta. Hice tres respiraciones profundas para calmar mi ansiedad. Por fin logré abrir. Le busqué por todos lados, mas no la encontré.

Mi ser fue invadido por terribles sentimientos de tristeza, decepción, impotencia, culpa y dolor.
Logré tranquilizarme después de un rato y procedí a emprender de nuevo la búsqueda. Angustiado registré todas las calles del lugar, metro a metro, centímetro a centímetro. No podía creer que me hubiera abandonado, incluso la creí muerta, tanto así que examiné hasta por debajo de la casa.

En momentos, para calmar mi ansiedad, pensaba que se había escondido para después darme una agradable sorpresa, pero… ¡Definitivamente no estaba!... !!Se había ido de mi vida!! Me había abandonado después de tanto tiempo de mostrarme los arrebatos de su amor y su cariño.
De nada valió que la piel de mis piernas, mi espalda, mis brazos y mis manos quedara bajo sus uñas cada vez que iba a verle, cada vez que le visitaba para confirmar que estuviera bien alimentada.

Pero se fue y no podía asimilar que se hubiera marchado. Se escabulló de mi vida por algún hueco que me fue imposible localizar.

Abatido, invadido por los sentimientos más tristes, cerré la casa y partí del lugar, abrumado por mis pensamientos. No deseaba sustituirla, pero estaba dispuesto a ello, no había más remedio, tenía qué hacerlo, aún sabiendo que como ella no encontraría a nadie.

Lloré en silencio y en soledad mi pena, no lograba convencerme de su ausencia. Mi mente seguía atormentándose por la duda. Intentaba encontrar una explicación de su partida cuando todo parecía estar bien, mi cerebro se atormentaba a cada momento, no dejaba de pensar en ella, pues en mi alma existía una remota esperanza de que recapacitara y valorara el amor que a pesar de su abandono aún vive en mí y regresara.

Desde lo más profundo de mi ser, escuché una vocecilla apenas perceptible que me decía…
- Regresa y búscala de nuevo, es posible que haya regresado... ¡Búscala de nuevo!

Con sentimientos encontrados de pena, tristeza, y hasta con cierto coraje, pero con una leve esperanza, decidí regresar al lugar de nuestros encuentros.

!!Ahí estaba, había regresado y entrado por el hueco secreto!!

La muy sinvergüenza al verme, estremecía todo su musculoso cuerpo, ladraba sin cesar, moría de gusto al volver a verme. Movía su cola sin parar y sólo esperó que abriera yo la puerta para saltar de felicidad sobre mí y como siempre arrancar con sus garras la piel de mi espalda, mis brazos, mis manos y mis piernas.