jueves, 16 de septiembre de 2010
MI DESPEDIDA
Sentí que la noche de ayer transcurrió muy lentamente, parecía que cada minuto había duplicado su tiempo de duración. Me fue imposible conciliar el sueño, si me permiten llamarle así, pues la superficie donde me encontraba, era muy angosta. Aunque eso no debió ser el verdadero motivo, pues toda mi vida dormí en superficies angostas; una cobija doblada sobre el suelo o un simple catre de lona, de esos que se usan para acampar. De hecho mis últimos años dormí dentro de una bolsa de dormir para no destaparme por las noches. Y si las camas fueron anchas, siempre dormí justo en la orilla por la misma razón.
Tal vez fue lo duro, lo plano o lo frío del acero inoxidable, ¿O será que dormí desvestido y cubierto sólo por una blanca sábana? ¿O será que la temperatura del cuartucho en el que pernocté estaba controlada para que este cuerpo no se descompusiera rápidamente?
El caso es que hoy me encuentro en este lugar oscuro y angosto para no perder la costumbre.
Mi cuerpo inerte se siente confortado, pues yace sobre una superficie acolchonada. En mi cuerpo ya no siento ni el frío ni el calor, aunque en la sala donde estoy la gente esta cubierta, entran y salen quejándose de la baja temperatura.
Mi mente no se ha desprendido de mi cuerpo y puedo ver que soy el personaje principal de esta obra, pues estoy en el centro del escenario. En la parte posterior se aprecia un paisaje que tiene cautivado al auditorio, al menos eso creo yo. Sí, es un bello paisaje... Ubicada en el centro del jardín exterior, la hermosa fuente rodeada de un suelo alfombrado de un natural y verde pasto. Alrededor, grandes árboles donde revolotean algunas palomas representando supongo a los espíritus que de aquí se separan.
La gente parece hipnotizada, todos tienen la mirada perdida pero fija. Algunos proyectan tristeza, otros, temor y algunos otros no disimulan su alegría por mi último acto.
En la sala, el techo, el piso y las paredes son blancas, en las paredes laterales cuelgan seis cuadros de pinturas abstractas muy coloridas. Al frente, sus dos entradas y bonitos vitrales que permiten entrar los vespertinos rayos solares. Puede respirarse tranquilidad y paz, aunque pienso que falta un poco de música para ambientar.
Me escogieron un ataúd color ataúd, pues en vida siempre pensé que el plateado es el color indicado para estos estuches. Sobre mí, al centro un precioso ramo de flores blancas y no podía faltar mi foto, no sé de dónde la sacaron, pues siempre fui alérgico a las cámaras o ellas a mí. A los lados, recargados en ambas paredes han colocado y continúan llegando varios arreglos florales, todos naturales y de vivos colores que no concuerdan con las falsas veladoras eléctricas empotradas en la pared, ni con los dos simulados cirios eléctricos, ubicados uno en mi cabeza y el otro en mis pies.
Como han cambiado las cosas, recuerdo que antes un muertito podía disfrutar de la luz de cuatro grandes cirios blancos de parafina natural y de velas que aunque humeantes, conducían a las almas hacia donde tenían qué llevarlas, supongo que hasta el cielo o con los parientes y amigos que se le adelantaron; pero lo que me tocó a mí, sólo iluminación sintética, ignoro a donde mi alma irá a parar. Bueno, creo basta de criticar y de inconformidades, pues a pesar de todo, al final del camino, esta gente siempre me quiso hasta el fin e hizo lo posible por darme una digna despedida.
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