martes, 12 de octubre de 2010

LA RASURADORA RESENTIDA


Cada temporada de invierno, mi familia y yo aprovechamos para pasar las vacaciones viajando en automóvil hacia el centro del país. En uno de esos viajes, había sacado ya el permiso de internación temporal para mi carro y mi maleta la había hecho con una semana de anticipación. Tenía todo listo, ropa, cepillo de dientes, cepillo para el pelo, etcétera. Aún no decidía si llevar mi rastrillo o mi rasuradora de baterías. Se me pasó el tiempo sin advertirlo, opté por llevar mi rasuradora para no cargar con la crema de rasurar que ocuparía un espacio extra. Eran ya pasadas las ocho de la noche y saldríamos por la madrugada, pero había olvidado un pequeño detalle… no había comprado pilas. Raudo y presuroso, me dirigí a la tienda de sólo un precio para comprar unas pilas alcalinas. ¡Oh sorpresa! Había olvidado que faltaban unos días para la noche buena y las pilas se habían agotado. No encontré las pilas que buscaba, pero en la tienda hallé una caja llena de paquetes con pilas “normales” marca Rocket con veinticuatro piezas cada uno. No lo dudé y me llevé dos,luego me dirigí contento a casa por la gran oferta adquirida, hasta les ofrecí a mis hijos y a mi esposa por si llegaban a necesitar. Por la media noche tomamos la carretera e iniciamos el trayecto con destino a Guadalajara haciendo una escala en Culiacán. Al día siguiente manejé hasta llegar a Tepic cuando caía la tarde. A mi esposa se le ocurrió que tomara la vía hacia Puerto Vallarta y así fue. La carretera es muy sinuosa y la noche era obscura, me sentía cansado y todos estábamos hambrientos. Decidimos pasar la noche en Santiago Ixcuintla para descansar y alimentarnos. Nos hospedamos en un lujoso hotel. Nos instalamos, y antes de salir a buscar qué o dónde cenar, decidí darme un baño para descansar. Salí de la regadera y saqué mi rasuradora, pues con la desvelada y el cansancio mis tres pelos de barba y bigote habían crecido. Saqué dos pilas del paquete de veinticuatro, las coloqué en mi máquina y comencé a rasurarme, mientras la familia veía televisión. No pasaron cinco segundos cuando la máquina comenzó a perder fuerza, parecía que estaba resentida y se rebelaba por haberle puesto baterías sencillas y baratas. De pronto se detuvo, habían quedado los duros pelos de mi barba entre sus cuchillas, comencé a reír de nervios, pues no lograba despegarla de mi cara, mis hijos y mi esposa al percatarse del hecho, no pudieron ayudarme, pues al verme se les vino un ataque de risa que les impedía hacer algo por mí. Como pude, quité la tapa de la rasuradora y saqué las pilas. Coloqué otras dosde las veintidós que me quedaban, éstas no duraron ni cinco segundos y mi barba seguía atorada y la máquina continuaba colgando de ella. Pasó un buen rato. Cambiaba constantemente de pilas intentando terminar la rasurada o al menos esperaba que soltara mi barba. Veinticuatro pilas pasaron por la máquina y ninguna sirvió. Mi familia lloraba a causa de las carcajadas causadas por el espectáculo que sin querer les ofrecía, yo también lloraba de la risa, los nervios y dolor, nunca pensé que sufriría tanto. Al ver mi impotencia, mi mujer sacó las pilas de su discman y casi revolcándose de la risa me las entregó sin poder hacer o decir nada. Desesperado arranqué la máquina de mi barba, sentí un inmenso dolor pero un gran alivio. Puse las pilas y pude terminar mi trabajo. El otro paquete de las Roket terminó sin abrirse en la basura. Mi sentido común me había dicho “Llévate el rastrillo”, pero no le hice caso, sólo por confiar en la tecnología. Ahora, cada vez que salgo de vacaciones cargo conmigo una rasuradora eléctrica recargable, sustituta de la de pilas que conservo como un desagradable pero divertido recuerdo de esas magníficas vacaciones, hoy se encuentra descansando en su estuche porque después de ese suceso le perdí totalmente la confianza.

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