lunes, 15 de febrero de 2010

EL DESIERTO #1



Al amanecer salí de la ciudad y me he internado en este inhóspito desierto. Estoy harto de la vida en sociedad y no quiero saber más de ella.



El camino es interminable, el paisaje es monótono, el mismo desde hace horas. Tal parece que no me he desplazado ni un kilómetro. El automóvil se viene sobrecalentando, debo parar y buscar un lugar para protegerme de este intenso sol. Sé que No llegaré muy lejos, dos neumáticos se han pinchado por tantas espinas que han pisado. Me detendré en esa colina junto a aquél arbusto, espero que me sirva de protección luego subiré hasta la cima para ubicarme…



¡Uff! es difícil escalar esta escabrosa colina, pero falta sólo un poco.



Por fin he trepado, el calor es insoportable; ¡Dios mío!... ¡Estoy en medio de la nada! Aquí no habita ninguna alma. Aunque tengo la sensación de haber visto a alguien, tal vez estoy alucinando. Tendré que regresar y protegerme de este maldito sol.



El descenso me cuesta más trabajo, pues la temperatura aumenta minuto a minuto. Ya siento los estragos de la deshidratación; mis glándulas sudoríparas han dejado de funcionar, oigo un intenso zumbido, creo que mi cabeza va a estallar, siento náuseas y creo que voy a vomitar. Es la sensación más desagradable de toda mi vida. Descansaré un rato bajo este arbusto.



Lo que vi desde arriba no fue una ilusión, no fue un espejismo, ¡Es un hombre! Y viene caminando por la brecha.



- ¡Disculpe, señor! ¡Espere! ¡Por favor, espere!



- Con una voz de otro mundo me respondió…Si quieres que me detenga, tendrás que darme de tu agua ¡ESTOY MUERTO DE SED! Me respondió y de pronto azotó en el espinoso suelo.



Mojé su cabeza para refrescarle, humedecí sus labios. De pronto, abrió los ojos, me arrebató la cantimplora y bebió toda el agua que quedaba. Se incorporó muy repuesto secándose sus labios con su mano y con una risa infernal, burlándose de mí me dijo...



- Ya no tienes agua, tu auto ya no sirve y estás en mitad del desierto, ¿Qué harás ahora?... ¿Por qué lo hiciste? ¡Eres un tonto! creíste haber salvado mi vida dándome tu agua.



- ¿Por qué dice eso señor?



- Te lo dije claramente y no me hiciste caso.



- Dígamelo de nuevo por favor, no le entiendo.



- ¡Yo ya estoy muerto desde hace mucho tiempo!. Y tú morirás de sed, de la misma forma en que yo morí!



Me quedé impávido, al ver que aquél hombre que había consumido toda mi agua comenzó a desmoronarse convirtiéndose en arena poco a poco frente a mis incrédulos ojos.






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