El tlatoani o señor mexica Cuauhtémoc fue el último emperador de México-Tenochtitlán y el último de los hijos de Ahuizótl, octavo rey de México, y de la princesa de Teyacapatzin.Se cree que nació en el año 1496, en el 4 Técpatl del calendario indígena. A un lado de la cuna de esteras o petates se colocaron el escudo y las armas del padre, simbolizando el nacimiento de un varón, cuyo destino fue la guerra.La sacerdotisa-partera, después de pronunciar las palabras de salutación, cortó el ombligo del niño y lo enterró en el campo. Curiosamente en el año 4 Técpatl, las crónicas indígenas registran haberse registrado un eclipse solar, mismo que tuvieron por mal agüero.Ahuízotl convocó a los augures para que, de acuerdo con la fecha y hora de nacimiento, consultaran en el Tonalpohualli o libro de los adivinos cuál sería la suerte del pequeño. Lo bañaron con las aguas de la madre Chalchiuhtlicue, para purificarlo y limpiar su corazón y le impusieron el nombre de Cuauhtémoc, cuyo significado es "Águila que Desciende".En 1502 ó 10 tochtli murió Ahuizótl, dejando al pequeño Cuauhtémoc, de apenas seis años de edad, al cuidado de su madre. La alimentación del niño se reducía a tortilla y media de maíz.Como muestra de humildad, acudía al tianguis o mercado de Tlatelolco a recoger los granos de maíz y frijoles que los comerciantes dejaban regados en el suelo. Se internaba en el bosque para cortar leña y carrizos para encender el fuego de su hogar y remaba lago adentro para pescar juiles, peces blancos y truchas de la laguna.A los 15 años, Cuauhtémoc ingresó al Calmecac, templo-escuela de ciencias, artes y religión. Ahí endureció su cuerpo a base de severas prácticas: barría el templo, encendía el bracero divino con la leña que cortaba en el bosque y, con devoción, sahumaba a sus dioses.Dormía en el piso para evitar las tentaciones carnales, se bañaba con agua fría del estanque y en ocasiones ayunaba hasta la media noche. Siempre hacía oración y se punzaba el cuerpo con espinas de maguey.La primera participación militar de Cuauhtémoc fue en la guerra para conquistar los señoríos de Oaxaca y en las Guerras Floridas llamadas Xochiyayáotl. En 1515, el supremo señor de México, Moctezuma Xocoyotzin elevó a Cuauhtémoc al rango de tecuhtli y se convirtió en señor de Tlatelolco.En el fatídico año de 1519, desembarcó en costas del Sureste mexicano el conquistador español Hernán Cortés. Moctezuma murió el 29 de junio de 1520 y su lugar lo ocupó Cuitláhuac.Cuauhtémoc participó en la defensa de Tenochtitlan la noche del 30 de junio de 1520, cuando Cortés y sus hombres fueron derrotados por los mexicas. Después de la muerte del emperador Cuitláhuac –contagiado de viruela por uno de los soldados españoles–, en enero de 1521, Cuauhtémoc fue entronizado como emperador de México. Coanacochtzin y Tetlepanquetzaltzin lo coronaron.Los señores de Texcoco y Tacuba abrieron el cortejo que lo condujo a la pirámide de Huitzilopochtli. Ahí, Cuauhtémoc fue ataviado de manera especial: se le tiñó el cuerpo de negro y ungido con las aguas sagradas se le dotó con los símbolos mágicos de inmunización y poder. Por último, fue cubierto con una manta pintada con cráneos y huesos, símbolo de la Tierra.Cuauhtémoc se casó con la viuda de Cuitláhuac, llamada Tecuichpo –hija de Moctezuma y quien también fuera mujer de Cortés, a la muerte de Cuauhtémoc–. Mientras esto ocurría, el 8 de julio de 1520, Cortés establecía una alianza con los tlaxcaltecas; en Tlaxcala, el conquistador improvisó un astillero y ordenó la construcción de 13 bergantines, con los que regresó a Tenochtitlan, con el único fin de conquistarla.Tenochtitlan fue sitiada y Cortés envió a Cuauhtémoc un mensaje exhortándolo a rendirse, ofreciendo a cambio perdonarle la vida y dejarlo gobernar México. El rey mexica contestó que la respuesta de paz la daría tres días después. Cuenta la crónica que ante el silencio de Cuauhtémoc, quien no contestó, Cortés ordenó a Gonzalo de Sandoval que atacase el sitio en donde se encontraba Cuauhtémoc con los bergantines construidos en Tlaxcala.El emperador mexica, junto con su familia, abordó una canoa, llevando con él un cargamento de oro y joyas y se internó en el lago. Sandoval lo descubrió e inmediatamente le ordenó a García Holguín que lo alcanzara. Al apuntarle con su ballesta, Cuauhtémoc pidió que no disparara; dijo ser el rey de Tenochtitlan y le rogó no dañar a su mujer y familia, así como tampoco tomar sus pertenencias.Cuauhtémoc fue entregado a Cortés y la Gran Tenochtitlan cayó bajo la lluviosa noche del 13 de agosto de 1521. Cortés codiciaba el tesoro de Moctezuma Xocoyotzin y creyendo que Cuauhtémoc lo tenía oculto, lo atormentó vertiéndole aceite caliente sobre los pies.Transcurridos tres años, el 24 de octubre de 1524, Cortés partió hacia las Hibueras (Honduras), llevando con él a Cuauhtémoc y a Tetlepanquetzal, señor de Tacuba. El conquistador, incómodo por el recibimiento que los pobladores dieron al verdadero emperador, temió alguna sublevación en su contra. Para evitarlo, ordenó que ambos señores fuesen ahorcados, colgándolos de una ceiba, el árbol sagrado de los mayas.El último emperador mexica falleció en Itzamkanac, estado de Yucatán, la noche del 28 de febrero de 1525, y con ello el esplendor mexica se opacó.Obras Consultadas-Toscano, Salvador, "Cuauhtémoc" en Genios y Líderes de la Historia; México, Promociones Editoriales Mexicanas, 1980, pp. 9-127.Autor: Rocío Elena Hamue MedinaEste contenido es propiedad del Sistema Nacional e-México
domingo, 25 de octubre de 2009
UNA HAMBURGUESA CONFUSA
Hace tiempo, en uno de esos días ajetreados, que por falta de tiempo mi esposa no tuvo oportunidad de preparar la comida, de tal forma que me invitó a comer una hamburguesa al restaurante Karl’s Jr., aprovechando que yo aún no lo conocía. Salimos de nuestro trabajo y nos dirigimos hacia allá, pedimos nuestra orden y nos sentamos frente a frente en nuestra mesa a esperar nuestra apetitosa comida.
En cuanto nos llevaron la orden, hambriento tomé mi hamburguesa, iba apenas a darle la primera mordida, cuando de pronto se acerca a la mesa una guapa mujer de piel morena clara, alta, delgada, de ojos azules, saludando a ambos y con una actitud muy familiar se dirige hacia mí y me dice... ¡Levántate!
Me quedé como menso con la hamburguesa cerca de mis dientes, no sabía qué hacer, ni qué decir, sólo volteé a ver a mi esposa que únicamente sonreía. Pensé que era alguna pariente, alguna vieja loca o alguien que deseaba hacerme una broma. Sin embargo, mi cerebro se volvía loco tratando de ubicar a esta imperante mujer.
¡Levántate! ¿Qué te pasa?...
Atónito, volteando hacia un lado y hacia otro, con la mirada pedía ayuda a mi mujer para salir del embrollo.
De nuevo, la delgada mujer utilizando con energía la función apelativa, ordenó imponentemente ¡Levántate y dame un abrazo! ¿O es que ya no te acuerdas de mí?
Yo con una risita nerviosa, para darle gusto y ponerle fin a esa difícil situación, y esperando que me dejara comer, dejé mi hamburguesa sobre la mesa, me puse de pie y le di lo que ella pedía… Un afectuoso pero forzado abrazo.
Regañándome de nuevo me dice amorosamente… ¿Qué ya no te acuerdas de tu maestra del Colegio Cristóbal Colón?... ¡Soy tu maestra Aurora!
Fue entonces cuando mi mente comenzó a fluir y comencé a armar el rompecabezas, me sentí halagado por el detalle y no sabía si agradecerle por quitarme esos veintinueve años de edad.
Pude por fin responder de la siguiente manera… Maestra, creo que me está confundiendo con mi hijo Emilio.
Sin saber qué hacer, ni qué decir, avergonzada, su cara pasó por todos los colores existentes. Sólo se concretó a pedir disculpas, se despidió y se retiró rumbo al sanitario. Tal vez esperó allí hasta que nos fuéramos, porque no la volvimos a ver.
En cuanto nos llevaron la orden, hambriento tomé mi hamburguesa, iba apenas a darle la primera mordida, cuando de pronto se acerca a la mesa una guapa mujer de piel morena clara, alta, delgada, de ojos azules, saludando a ambos y con una actitud muy familiar se dirige hacia mí y me dice... ¡Levántate!
Me quedé como menso con la hamburguesa cerca de mis dientes, no sabía qué hacer, ni qué decir, sólo volteé a ver a mi esposa que únicamente sonreía. Pensé que era alguna pariente, alguna vieja loca o alguien que deseaba hacerme una broma. Sin embargo, mi cerebro se volvía loco tratando de ubicar a esta imperante mujer.
¡Levántate! ¿Qué te pasa?...
Atónito, volteando hacia un lado y hacia otro, con la mirada pedía ayuda a mi mujer para salir del embrollo.
De nuevo, la delgada mujer utilizando con energía la función apelativa, ordenó imponentemente ¡Levántate y dame un abrazo! ¿O es que ya no te acuerdas de mí?
Yo con una risita nerviosa, para darle gusto y ponerle fin a esa difícil situación, y esperando que me dejara comer, dejé mi hamburguesa sobre la mesa, me puse de pie y le di lo que ella pedía… Un afectuoso pero forzado abrazo.
Regañándome de nuevo me dice amorosamente… ¿Qué ya no te acuerdas de tu maestra del Colegio Cristóbal Colón?... ¡Soy tu maestra Aurora!
Fue entonces cuando mi mente comenzó a fluir y comencé a armar el rompecabezas, me sentí halagado por el detalle y no sabía si agradecerle por quitarme esos veintinueve años de edad.
Pude por fin responder de la siguiente manera… Maestra, creo que me está confundiendo con mi hijo Emilio.
Sin saber qué hacer, ni qué decir, avergonzada, su cara pasó por todos los colores existentes. Sólo se concretó a pedir disculpas, se despidió y se retiró rumbo al sanitario. Tal vez esperó allí hasta que nos fuéramos, porque no la volvimos a ver.
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